Entre quienes se dedican a la arqueología militar romana en Hispania ha causado un pequeño revuelo la noticia, publicada en El País, titulada “El deshonor del águila perdida por la legión romana que se vendía en internet” y firmada por Vicente Olaya. En ella se refiere la incautación, por parte de las fuerzas policiales, de un águila romana metálica –probablemente de bronce– que podría haber sido expoliada en algún yacimiento de la provincia de Badajoz. Según el autor, en su momento este objeto formó la cúspide de un estandarte militar romano y, concretamente, legionario, es decir, del célebre estandarte del águila (aquila) del que habría uno por legión y de los que, hasta la fecha, no se conoce ningún ejemplar conservado en el mundo entero. La misma noticia refiere la incautación simultánea de un lote de monedas de los siglos II-III d. C., aunque sin relación alguna con el águila.
La noticia viene acompañada de una fotografía en la que se aprecia el dorso del ave. No se indican las dimensiones ni el material, aunque por la imagen parece ser de bronce. Esto último basta para descartar que se trate de un águila legionaria, ya que las fuentes latinas son explícitas a la hora de describir este estandarte como de plata (Apiano, Bell. Civ. 4,101; Cicerón, Cat. 1,9,24; Plinio, Nat. Hist. 33,19) o de oro (Dion Casio, 40,17-18; Herodiano, 4,7,7; Dexippo, frag. 24), pero nunca de bronce. Los fragmentos de un águila de plata hallados en Marengo, Italia, quizá podrían corresponder a uno de estos ejemplares, aunque también en aquel caso están sujetos a la duda y al debate entre los especialistas.
Descartada, por tanto, la posibilidad de que fuera el águila de una legión, resta una segunda posibilidad, y es suponer que el ejemplar de Badajoz formara parte de un estandarte de una unidad menor, acaso un manípulo o cohorte (unos 160 o 480 hombres) –bien legionaria o auxiliar–, a modo de cúspide de un estandarte completo, esto es, dotado de más piezas y ornamentos a lo largo del astil. Esta posibilidad no es del todo inverosímil, pues en efecto sabemos que, en ocasiones, algunos estandartes de unidades pequeñas se dotaban de águilas asimismo pequeñas. Sin embargo, aquí nos topamos con otro problema, como es el hecho de que, por su aspecto formal (y, concretamente, la posición erguida de las alas del ave), tendríamos que datar la pieza entre mediados del siglo I d.C. y mediados del III d. C. Y, sin embargo, en este periodo la presencia militar en la región –correspondiente a la provincia romana de Lusitania– fue muy excepcional. Tampoco tenemos constancia de que se produjera en la región ningún episodio de tal gravedad que pudiera justificar el ocultamiento de un estandarte militar y su abandono hasta el punto de que jamás fuera recuperado. Las incursiones de mauri procedentes del norte de África que se produjeron a finales del siglo II d. C. no tuvieron, desde luego, la entidad necesaria para ello.
En conjunto, la impresión que proporcionan todos estos datos es que la posibilidad de que el águila de Badajoz hubiera formado parte de un estandarte militar romano es extremadamente remota. ¿Ahora bien, en tal caso, qué es?
Aun admitiendo una cronología romana de la pieza –que ya implica una suposición, porque podría ser del siglo XIX–, el abanico de posibilidades es amplio, pues ciertamente en la Roma antigua el águila era un símbolo empleado con ubicuidad, hallándose en los templos y objetos litúrgicos asociados con el culto a Júpiter o al emperador, como decoración de muebles y literas e, incluso, muy a menudo, a modo de apliques metálicos sobre carruajes. Por todo lo antedicho, cualquiera de estas opciones se nos antoja más probable que la militar.
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